Fidel Castro ha fallecido, a los 90 años de edad. El líder de la Revolución cubana es ya, para bien o para mal, uno de los iconos políticos del siglo XX. Muchos serán los artículos de revisión sobre su figura y su significado. No faltarán, como viene sucediendo de un tiempo a esta parte con casi cualquier evento internacional, los que conviertan su muerte en un asunto de política interna. Pero más allá de interpretaciones sobre lo que significó como figura histórica y de filias y fobias, lo que nada podrá impedir es que la represión que la Cuba de los años sesenta y primeros setenta ejerció sobre homosexuales y transexuales quede para siempre en la memoria. Aunque décadas después Castro reconociese su responsabilidad sobre el dolor que su régimen causó en aquellos años negros.

Cuba ya era una sociedad fuertemente homófoba antes de la Revolución, por más que La Habana disfrutase de un cierto ambiente capaz de atraer a sus locales a homosexuales acomodados de los Estados Unidos. Fue en los años 30, de hecho, cuando se aprobó el Código de Defensa Social, que consideraba la práctica homosexual como “estado de peligrosidad”, contemplando una serie de medidas represoras. Y no fue hasta 1979 que dicho Código se sustituyó por otro nuevo Código Penal que descriminalizaba como tal la homosexualidad, aunque persistía el delito de “escándalo público”, que castigaba con cárcel a quien “acose a otro con requerimientos homosexuales” y “ofenda el pudor o las buenas costumbres con exhibiciones o actos obscenos”. Un artículo que de hecho no sufrió cambios hasta 1997, cuando el delito de “escándalo público” fue sustituido por el de “ultraje sexual” y se eliminó la referencia explícita a la homosexualidad (sigue siendo un delito acosar a otra persona “con requerimientos sexuales”).

Si nos atenemos a estos hechos, la evolución de Cuba no puede considerarse muy distinta a la de otros países. Pero lo cierto es que tras el triunfo de la Revolución cubana, en 1959, la persecución de facto de homosexuales y transexuales se agravó considerablemente. A la homofobia preexistente, el nuevo régimen importó la muy negativa actitud hacia la homosexualidad del régimen soviético, vigente desde los tiempos de Stalin, y que a la muerte de este no se revirtió (el artículo Los judíos de Cuba, publicado en dosmanzanas en 2008, incidía precisamente en este aspecto). Y fue ahí cuando comenzó una época  de persecución intensiva de todas aquellas personas que se desviaban de la sexualidad normativa, muchas de las cuales sufrieron internamiento en los infames los campos de trabajos forzados de la Cuba revolucionaria (las UMAP, “Unidades Militares de Apoyo a la Producción”). No faltó, en este sentido, el apoyo de la Psiquiatría oficial cubana a la hora de patologizar la homosexualidad y proporcionar argumentos “científicos” a la persecución, como bien documenta el ensayista Pedro Marqués de Armas en su libro Ciencia y poder en Cuba. Racismo, homofobia y Nación (1790-1970). Cómo no establecer en este punto paralelismos con la Psiquiatría del franquismo, a la que hace solo unos días aludíamos en otra entrada

Por supuesto, al empeño por imponer una moral revolucionaria, ajena a vicios burgueses (porque así fue considerada la homosexualidad durante décadas por buena parte de la izquierda) se unía además, como en cualquier régimen totalitario, el afán por librarse de disidentes políticos utilizando sus “inclinaciones”. Disidentes (no conviene olvidar) muchos de los cuales acogieron con alborozo o incluso participaron en el triunfo de la Revolución.

La época de la relajación

No fue hasta el final de los años setenta, ochenta y sobre todo noventa que la persecución de la disidencia sexual se relajó, e incluso, con el paso del tiempo, comenzaron a producirse algunos avances en materia LGTB sobre los países de su entorno. El papel en este proceso de Mariela Castro, sobrina de Fidel e hija de Raúl Castro (que sucedió a su hermano en 2006) y del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual, que la propia Mariela dirige), ha sido en este aspecto determinante. Se ha impulsado, por ejemplo, la cirugía de reasignación de sexo a cargo del estado. En 2014, en lo que de cierto manera supuso un reconocimiento de estos avances, se celebraba en Cuba (y con gran apoyo institucional), la VI Conferencia regional de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales para América Latina y el Caribe (ILGALAC).

mariela-castro1Pero ni siquiera para la hija del actual presidente cubano es fácil. Sus intentos por promover una legislación en favor de las parejas del mismo sexo cuentan con importante oposición dentro del propio régimen, pese a que la propia Mariela ha insinuado en el pasado que su padre estaría a favor. En enero de 2012, por ejemplo, se anunció una discusión sobre el tema que finalmente no tuvo lugar. Y en 2014 recogimos el que se consideró “primer no” en la historia de la Asamblea Nacional de Cuba, donde las leyes suelen ser aprobadas de forma unánime por polémica que resulte su discusión. La protagonista no fue otra que Mariela Castro, opuesta a que la reforma del Código de Trabajo no recogiese expresamente sus demandas en materia de no discriminación de las personas transexuales y seropositivas (sí que recogió, por primera vez, la no discriminación por razones de orientación sexual).

Ni aún así la situación puede considerarse totalmente superada. Siguen produciéndose denuncias (según Mariela Castro, infundadas) de detenciones y arrestos de personas homosexuales, especialmente en lugares de encuentro (playas, parques o cines) así como de mujeres transexuales que ejercen la prostitución. También perviven episodios de discriminación. Uno de los casos de los que nos hicimos eco fue la muerte de una mujer transexual mientras se encontraba detenida tras una redada, que comenzó a sentirse mal pero a la que los agentes no prestaron atención hasta que fue demasiado tarde. Al mismo tiempo llegan noticias muy positivas, como la elección de la primera concejal transexual o la celebración desde hace pocos años de marchas (algunas de ellascríticas con el gobierno) que cada vez dan una mayor visibilidad al colectivo.

Castro reconoció (sin pedir perdón) su papel en la represión LGTBfoba

El propio Fidel Castro, ya anciano, reconocía en 2010 su responsabilidad personal en lo que calificó como “gran injusticia“. Fue en una entrevista concedida al diario mexicano La Jornada. Castro, sin embargo, se disculpó a sí mismo por el hecho de estar centrado en “otros problemas” y no pidió perdón expreso. “Sí, fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia!, la haya hecho quien sea. Si la hicimos nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios”, aseguró.

Castro argumentó, según Carmen Lira, su entrevistadora, que la persecución a los homosexuales se fue produciendo “como una reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones. En la Cuba anterior no sólo se discriminaba a los negros: también se discriminaba a las mujeres y, desde luego, a los homosexuales”.

“¿Quién fue, por tanto, el responsable, directo o indirecto, de que no se pusiera un alto a lo que estaba sucediendo en la sociedad cubana? ¿El Partido? Porque esta es la hora en que el Partido Comunista de Cuba no “explicita” en sus estatutos la prohibición a discriminar por orientación sexual”, le repreguntó Lira a Castro. “No. Si alguien es responsable, soy yo… Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto… Me encontraba inmerso, principalmente, de la crisis de octubre, de la guerra, de las cuestiones políticas…”, respondió.

“Pero esto se convirtió en un serio y grave problema político, comandante”, le replicó Lira. “Comprendo, comprendo… Nosotros no lo supimos valorar… sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención”, respondió.

“Después de todo aquello, se hizo muy difícil la defensa de la Revolución en el exterior… La imagen se había deteriorado para siempre en algunos sectores, sobre todo de Europa(…) La persecución a homosexuales podía darse con menor o mayor protesta, en cualquier parte. No en la Cuba revolucionaria”, le argumentó Lira. “Comprendo: es como cuando el santo peca, ¿verdad?… No es lo mismo que peque el pecador, ¿no?”, respondió Castro.

“Escapar a la CIA, que compraba tantos traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía. Yo no voy a echarle la culpa a otros”, finalizaba Fidel Castro…

Fuente: DosManzanas.com

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