Fetichismo (del latín, facticius, ‘artificial’, y del portugués feitiço, ‘magia’, ‘manía’; del francés fétiche) es una parafilia que consiste en la excitación erótica o la facilitación y el logro del orgasmo a través de un objeto fetiche, como una prenda de vestir o una parte del cuerpo en particular. El fetichismo sexual se considera una práctica inofensiva, salvo en el caso de que provoque malestar clínicamente significativo o problemas a la persona que lo padece o a terceros, pudiendo en este caso llegar a considerarse un trastorno patológico propiamente dicho.
Los aparatos fabricados con el objetivo de la estimulación o para el juego sexual no se consideran fetiches.
El DSM IV lo clasifica como enfermedad siempre y cuando sea una conducta recurrente durante al menos seis meses, necesaria para la excitación sexual y que afecte la vida social o laboral del sujeto. En el caso de que ésta no afecte la vida social o laboral del paciente, se considera simplemente como una manifestación de su sexualidad.
Los objetos fetiches más frecuentes suelen ser elementos de vestir masculinos y femeninos, incluyendo bragas/tangas (pantaletas), sujetadores (brasieres), calzoncillos, guantes, medias, minifaldas, zapatos, botas, corbatas, bañadores, ropa deportiva e incluso delantales. Hay que matizar que, para el fetichista, estos objetos suelen ser mucho más excitantes si ya los ha llevado puestos la persona. Y aunque estos objetos pueden resultar excitantes para muchas personas porque proyectan una imagen mental del cuerpo de la persona, para el fetichista, en cambio, el objeto es realmente mucho más excitante que la persona en sí. Durante la conducta sexual solitaria, el fetiche se lleva puesto, se huele o se frota contra los genitales.
Entre las situaciones fetichistas, cabe citar la capnolagnia o fetichismo por la persona fumando.
Otras teorías psicológicas acerca del fetichismo sexual lo relacionan con las teorías del comportamiento humano y la idea de “condicionamiento” o aprendizaje. Así, alguna experiencia en la infancia podría causar la asociación entre el placer sexual y un determinado objeto, relación que se mantendría en la edad adulta.
Hay autores que no consideran la atracción hacia partes del cuerpo como fetichismo, sino que denominan a esta parafilia “parcialismo”. En el fetichismo, el objeto fetiche se puede emplear durante la masturbación o bien lo lleva puesto el otro miembro de la pareja durante la actividad sexual, por ejemplo, unas medias, botas tacón aguja, unos zapatos, o alguien fumando (conocida como capnolagnia o bien capnogalia, etc.) con el fin de provocar la excitación de su compañero sexual, ya que frecuentemente el fetiche es necesario para la excitación sexual.
LOS HOMBRES GAY FETICHISTAS
El fetichismo es una manifestación común de la conducta sexual en la humanidad cualquier sea su orientación. Sin embargo desde principios del siglo XX se han hecho conocidos (y a veces públicos) los deseos fetichistas, principalmente en los hombres y con mayor divulgación desde aproximadamente 30 años en algunos grupos de la comunidad gay.
Al mismo tiempo, la sociedad en general, con la complacencia y el asesoramiento de gran parte de los profesionales de la salud mental, han calificado a las prácticas sexuales fetichistas de enfermizas y degeneradas.
La mayoría de los hombres gay han adherido a esta calificación quizás para no seguir sufriendo discriminaciones sobre discriminaciones y muchos de los que descubrieron desde muy temprano la satisfacción que le producía una práctica sexual fetichista, la ocultaron o reprimieron.
Actualmente, desde distintos ámbitos se está trabajando para esclarecer y cuestionar los “modelos normales heterosexistas” de expresión de los deseos.
EL POR QUÉ DE UNA PRÁCTICA SEXUAL FETICHISTA
Las respuestas hay que buscarla en aquellos placeres primarios, en los momentos donde éramos sólo unos indefensos mamíferos que en los primeros precarios instantes de nuestras existencias, luchábamos para sobrevivir. Muy cerca nuestro estaban esos otros mamíferos mayores (que generalmente iban van cumpliendo las funciones de nutrirnos y protegernos). Intercambiamos con ellos vibraciones táctites de piel con piel mezcladas con olores y secreciones mutuas.
La piel, la boca, el culo y los esfínteres eran los recursos que teníamos para comunicarnos con el mundo y empezábamos a registrar el goce que nos producía la sensación de seguir viviendo cuando las necesidades de alimentos y calor nos eran cubiertas y nuestros cuerpos se relajaban en el interjuego de recibir-expulsar.
Fuimos un cuerpo total no diferenciado, deseante, que reclamaba satisfacción constante.
Se dice que las conductas sexuales fetichistas son aquellas en las cuales un objeto cualquiera o una parte de nuestro cuerpo no genital nos excitan y llegamos al orgasmo a través del contacto con ese objeto o esas partes que hemos erotizado y que no tienen ninguna relación necesaria con los órganos sexuales que son los que deberían ser “normalmente” excitados para alcanzar el tipo de goce socialmente establecido
El contacto corporal erótico total inicial, entre los mamíferos humanos, es paulatinamente direccionado, disciplinado por un modelo de satisfacción cultural permitido. Los esfínteres deben ser controlados, el amamantar tiene que estar regulado por los horarios, el acompañar en el paso de la vigilia al dormir es responsabilidad de unos adultos y no de otros.
Sin embargo las normas que imponen las costumbres casi nunca se imponen plenamente a los deseos y goces iniciales.
Un resto queda siempre libre. El registro no olvidado de las pieles en contacto, de los sabores, olores y visiones percibidas continúan actuando y cualquier experiencia de vida cotidiana posterior remite aquella anterior y con otras experiencias similares más forman entramados que en cualquier momento se ligan a lo que la sociedad ha llamado fetiche.
En muchos de nosotros ese resto libre, está en estado latente y censurado, sólo algunos se han permitido expresarlo aunque a veces con culpa y en secreto.
La satisfacción fetichista es volver a encontrarnos con las búsquedas de equilibrio y satisfacción que al comienzo fueron importantísimas pues de ello dependía la continuidad de nuestra precaria vida.
Las prácticas fetichistas muestran la parte ineficaz de los propósitos educativos hacia nuestras conductas sexuales y es por ello que se las condena, se las patologiza. Es una visión “científica” sexófoba que se vuelve además doblemente homófoba cuando sigue manteniendo las categorías de sexualidad normal (hétero) y anormal.
En grandes ciudades de los países occidentales se vienen organizando asociaciones, clubes, bares, fiestas, donde los diferentes fetiches son reconocidos como formas creativas para el disfrute sexual.
Algunos grupos han desarrollado un fuerte sentimiento de identidad similar y compartida. Se están abriendo espacios de aprendizaje mutuo, se crean principalmente en internet y en las redes sociales medios de comunicación alternativos.
Esta manera de reconocerse y asociarse ayuda al mismo tiempo para defenderse de los ataques socio-culturales y de ese sexo-homo-fobio que también encuentra aliados dentro de la propia comunidad gay.
¿CUALES SON LAS PREFERENCIAS Y PRACTICAS SEXUALES FETICHISTAS MAS COMUNES?
En general los hombres cuando se buscan para gozar de sus prácticas sexuales fetichistas tienden a excitarse más con unas que con otras pero en el encuentro de los cuerpos se despiertan más de una forma de satisfacción.
Algunos hombres prefieren buscarse de a dos pero muchísimos otros descubren los muy buenos beneficios de los encuentros orgiásticos grupales en los que se descubren y ponen en juego múltiples fetiches.
El uso de las ropas de cuero con botas y borcegos fue uno de los primeros fetiches que adquirieron visibilidad en la comunidad gay. Los hombres que los usaban se inclinaban también con la búsqueda de relaciones sado-masoquistas, de amos y esclavos, de puños penetrando culos muy relajados (fisting).
A las mismas prácticas de los hombres de cuero se le fueron acercando otros hombres con ropa de látex ó neopreno. Unos y otros, a veces, tapando sus caras con máscaras para provocar relaciones anónimas que despierten nuevas fantasías y faciliten el ejercicio de diversos roles.
Los hombres gay (en general jóvenes) en los gimnasios, en algunos deportes, en la exposición de los cuerpos al aire libre empiezan a despertar el interés erótico en playeras o remeras y pantalones transpirados, medias y zapatillas.
La ropa no sólo transpirada, sino muy sucia y con olores intensos son para muchos una fuente de gran excitación. A las de los deportistas se le suman los calzoncillos muy usados y manchados.
Los uniformes comprenden una amplia gama de fetiches (desde hombres de traje, obreros, delantales de colegiales, médicos o enfermeros, hasta uniformes de militares y policías).
Los cigarros y sus fumadores, el humo y el olor expandido en ámbitos cerrados incita al acercamiento y se los asocia con una masculinidad agresiva y atrayente.
Los machos fetichistas desplazan sus intereses a otras partes del cuerpo, aunque no excluyen el placer que producen las pijas, los culos, el sexo oral y la penetración.
Algunos se interesan por las características de esos cuerpos, por sus tamaños, su juventud o madurez o por algunas particularidades.
Lo que al comienzo fue el fetiche por hombres vestidos de cuero, pasó más adelante a la visibilidad de aquellos que rompieron el estereotipo social del joven delgado y lampiño y comenzó el desarrollo de la cultura “osuna”. La mayor atracción se centra en aquellos machos de piel curtida, cuerpos pesados, mucho pelo en el cuerpo, tupidas barbas, a veces rudos y a veces muy afectuosos. Surgen de esta forma los osos y sus admiradores.
Otra ruptura ha sido el cuestionamiento de la imagen social de una sexualidad plena sólo entre jóvenes de características físicas similares. Aparece el reconocimiento del intercambio complementario entre jóvenes y hombres mayores.
Algunas personas dicen que un hombre es realmente un hombre si tiene para mostrar barba y bigotes y algunos más subrayan, si mucha mejor.
Las cabezas calvas o rapadas es un fetiche que despierta las fantasías de establecer relaciones con machos con alto nivel de tetosterona , de testículos grandes, conductas agresivas y mucha actividad sexual.
Ya no satisface solamente un oso con pelos, o un hombre con pelo en pecho, empieza a descubrirse el placer que produce el contacto sexual entre cuerpos muy peludos, cuánto más extendido y más espeso mucho mejor.
Hay zonas corporales que su manipulación (mordidas, besos, lamidas, succiones, apretadas, caricias) producen un goce tal que muchos hombres no necesitan más para tener un orgasmo.
Entre las más comunes están los besos negros, las tetillas, las axilas, los pies.
Hay otras formas de manipulación de los cuerpos, algunas de ellas pueden ser consideradas muy agresivas o violentas, pero cuando se decide entre dos o más hombres practicarlas, es porque todos ellos (cualquiera sean el juego de roles) le han descubierto el placer que les producen.
En las luchas cuerpo a cuerpo (wrestling en inglés) ambos hombres se frotan, se resbalan entre sudoraciones y olores, se prueban sus fortalezas musculares en intentos de dominación-sumisión.
Pegar – Azotar. Dar y recibir suele ser muy excitante para ambos roles. Las manos de unos y las nalgas y el lado posterior de los muslos de los otros, son las partes de los cuerpos más comprometidos.
Ataduras (bondage en inglés). Un cuerpo aprisionado por telas, látex, sogas produce una sensación de tensión psicológica y corporal. Es verse y sentirse privado de libertad de movimiento y con la sangre concentrada en alguna parte del propio cuerpo.
Los intercambios de secreciones y excreciones son muy buscados por muchos hombres (a veces asociadas a algunas otras necesidades de relación fetichista). Quizás sean las meadas las que concitan un número elevado de interesados. Algunos prefieren beber la orina, otros brindarla o recibirla en determinadas partes del cuerpo (pecho, culo, bolas).
La saliva es una secreción que no solamente hace que los besos sean más intensos sino que pedirla u ofrecerla en escupidas acentúa las sensaciones de acercamiento e intimidad.
Algunos hombres que disfrutan de los besos negros quieren ir un poco más allá. Un culo muy bien lamido hace relajar los esfínteres y los pedos son la consecuencia de una sensación de placer. Algunos otros esperan que esos pedos sean el comienzo de una práctica más intensa, el uso de la mierda como parte del encuentro sexual.
Esmegma (resquesón penial) es la secreción de un pene no circuncidado y poco higienizada que muchos quieren ver, oler y lamer.
Esta sintética descripción de aquellas atracciones fetichistas más comunes son una muestra de las muchísimas posibilidades para buscar y encontrar placer entre hombres.
Estos machos han podido cuestionar con el reconocimiento de sus deseos y sus distintas formas de goce, el modelo heterosexista que reconoce una sola manera de ejercer la sexualidad.
Las vestimentas, la diversidad de cuerpos y sus zonas más sensibles, las edades, las secreciones son tan importantes para la atracción y la intimidad como una pija penetrando en un agujero.
Es muy bienvenida una nueva visibilidad que se puede desarrollar también con los contactos reales (no sólo virtuales), con el mayor conocimiento de la experiencia erótica de otros, con la expresión de las fantasías de los artistas audiovisuales y de la literatura.
¿Cuáles son tus fetiches? Cuéntanos tus historias.
Fuentes: Wikipedia / Fetiches de Hombres Gay